La Guerra de Independencia de los Estados Unidos fue un episodio clave de la Revolución Americana. Comenzó en 1775 como un conflicto armado entre el Reino de Gran Bretaña y sus trece colonias de América del Norte. Posteriormente otras potencias europeas fueron incorporándose, hasta su finalización en 1783.

Afortunadamente para las colonias, Francia y España estaban enemistadas con Gran Bretaña ya que habían perdido parte de su territorio ante dicha nación. Aunque al principio los franceses sólo ayudaron a los americanos enviando municiones y armas, en 1777, debido a que los continentales lograron capturar un ejército británico, Francia decidió entrar formalmente a la guerra en apoyo de las colonias. Durante los próximos dos años España y la República de Holanda también le declarararían la guerra a Gran Bretaña.
Aunque la superioridad naval les permitió a los británicos ocupar ciudades costeras, esto no les sirvió de mucho en el territorio interior, donde tenían una fuerte desventaja en cantidad de soldados. En 1781 Francia venció a los británicos en una batalla naval, y a finales de ese mismo año fuerzas americanas y francesas lograron que el ejército británico se rindiera, con lo que concluyó el estado de guerra.
Teniendo unos 8000 soldados enemigos bajo captura, Estados Unidos comenzó a negociar la paz con Gran Bretaña. Finalmente, en 1783, las dos naciones firmaron el Tratado de París, por el cual el reino europeo reconocía la independencia de los estados americanos y renunciaba a hacer cualquier reclamo al respecto en el futuro.
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