Durante el año siguiente a la toma de la Bastilla, Francia pasó por una mala situación económica, principalmente debido al mal clima que arruinó las cosechas.

La situación de violencia ofreció a los líderes revolucionarios el momento oportuno para finalizar con el Antiguo Régimen sin que los nobles se resistieran. En Agosto de 1789 la Asamblea Nacional Constituyente declaró el fin del sistema feudal y además suprimió el diezmo, que era el impuesto que cobraba el clero.
La abolición del sistema feudal significó el fin de la servidumbre, es decir, el estado por el cual los campesinos eran obligados a vivir y trabajar en las tierras en las que habían nacido, como si fueran parte de la propiedad.
A finales de Agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: un documento que establecía que todos los hombres nacen libres e iguales en derechos; que el propósito de toda organización política es preservar estos derechos; y que entre ellos están la libertad, la propiedad, la seguridad, y la resistencia a la opresión.
La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano todavía hoy forma parte de la Constitución de Francia.
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